martes, 31 de julio de 2007

Nivelando hacia abajo

Fuente: Economía para todos / Roberto Cachanosky

En lugar de atraer inversiones, ayudar a crear nuevos puestos de trabajo y colaborar en el aumento de productividad de las empresas, el Gobierno prefirió hacer que todos los argentinos se volvieran más pobres.

“El cambio recién comienza”, reza el slogan del Gobierno para la candidatura de Cristina Kirchner. Y es verdad, recién comienza el largo proceso de nivelar toda la sociedad hacia abajo: el cambio tiende a que cada vez haya más pobres y un muy reducido sector de la sociedad con ingresos muy altos.

En estos cuatro años, el Gobierno siempre aplicó políticas que sistemáticamente desestimularon la inversión (la crisis energética es el ejemplo más evidente al respecto).

El camino deseable hubiese consistido en crear condiciones institucionales y políticas económicas que incentivaran la inversión para: a) aumentar la productividad de la economía y b) crear nuevos puestos de trabajo. A mayor inversión y más empresas, más demanda de trabajo. Esa mayor demanda de trabajo y el crecimiento de la productividad hubiesen producido un incremento de los salarios reales sin necesidad de decretos o extorsiones sindicales.

Por otro lado, en vez de considerar al mundo como un enemigo, el presidente Néstor Kirchner debería haberlo visto como una oportunidad para crecer. En lugar de pensar en pequeño para, mediante un modelo de sustitución de importaciones, producir solamente para 40 millones de consumidores –muchos de ellos pobres e indigentes–, se debería haber considerado que en el mundo hay miles de millones de consumidores potenciales. Producir para ese mercado requiere de inversiones y demanda de trabajo sustancialmente diferente a la de un mercado de sólo 40 millones.

Sin embargo, el Gobierno prefirió continuar con el modelo de Eduardo Duhalde, que consiste en hacer artificialmente barato el salario mediante una brutal devaluación y un creciente impuesto inflacionario. El mensaje fue: “No inviertan y contraten mano de obra con escaso stock de capital por trabajador. Para eso les doy salarios reales bajos. Entretengan a la gente tejiendo a mano en vez de instalar máquinas de última generación”. Es decir que la elección del Gobierno fue “africanizar” la economía argentina.

Ahora bien, si uno observa cómo vinieron evolucionando las medidas de la gestión kirchnerista, advierte que ésta cada vez se enreda más en redistribuciones compulsivas y arbitrarias que lo único que consiguen es nivelar hacia abajo los ingresos.

Primero, se les dio a las empresas un tipo de cambio alto y salarios y energía baratos. La estrategia consistió en cobrarles el impuesto inflacionario a los sectores de ingresos fijos para sostener alto el tipo de cambio y así poder transferirles ingresos a las empresas que sustituyen importaciones. Cuando este impuesto se tornó intolerable, se les empezó a quitar rentabilidad a las empresas aumentando por decreto los sueldos. Es decir que en un primer momento se achicaron los salarios y luego se les quitó rentabilidad a las empresas para transferírsela a los asalariados y tratar de compensar, en parte, la compulsiva transferencia de ingresos. En vez de estimular a las empresas para que invirtieran más, fueran más productivas y pagaran mejor a los trabajadores, con lo cual se nivelaba hacia arriba, se optó por hacer un juego de suma cero y bajar ahora la rentabilidad empresarial, aunque con caída en la eficiencia económica (leáse: menor riqueza producida).

Más tarde llegaron los controles de precios para volver a compensar los salarios reales bajos producto del impuesto inflacionario. Otra vez menos rentabilidad de las empresas a favor de los asalariados. De nuevo nivelando hacia abajo.

En algún momento se decidió frenar las exportaciones de trigo y compensar a los exportadores con un subsidio. Así, el Gobierno le cobra impuestos a la sociedad y se los transfieres a los productores (si es que se les transfiere algo) para que pueda venderse pan sin aumentos de precios.

También se le cobra impuestos a la sociedad para subsidiar trenes y colectivos, de manera tal que no aumenten el valor de estos servicios públicos. Lo que se esconde con este mecanismo es que lo que el consumidor no paga en la ventanilla del tren o en el colectivo lo paga en impuestos. Un transporte público deteriorado fue el resultado de semejante estrategia. Nuevamente, se niveló hacia abajo: que el transporte público se caiga a pedazos, pero que no aumente el boleto. Peor calidad de servicio para la gente significa nivelar hacia abajo.

El listado de “les saco a unos para darles a otros y a esos otros les vuelvo a sacar para darles a los primeros” es interminable. El Gobierno corre todo el tiempo atrás de los problemas por su incapacidad para anticiparlos y evitarlos. Más bien, podríamos decir que el Gobierno es una máquina de generar problemas a los que sólo atina a ponerles algún parche para tratar de disimularlos.

La crisis energética fue anunciada por los expertos con mucha anticipación. Claro, hubo especialistas que tuvieron la capacidad de ver más allá de sus propias narices y prever el largo plazo, la gente descreía y el Gobierno los denostaba como falsos pronosticadores. No obstante, la crisis llegó y el kirchnerismo, como en todos los otros casos, corre atrás de los problemas por mirar hacia el pasado y no pensar en el futuro.

¿Qué solución ideó el Gobierno para enfrentar la crisis que él mismo generó a partir de políticas públicas demagógicas e imprevisoras? Un complejo sistema de subsidios para que el gas vaya a las casas y la industria consuma combustibles líquidos. Así, el mayor costo para las empresas se financia con un subsidio a las compañías petroleras para que no cobren el precio de mercado de estos combustibles líquidos. Las petroleras no ganan nada con este esquema. Sólo son compensadas por el menor precio mediante los impuestos que paga la sociedad para que las fábricas puedan funcionar sin que les aumente el costo de la energía. O, dicho de otra manera, para poder tener la energía que hoy no tienen se simula tenerla al mismo precio que antes.

¿Quién paga este subsidio? Los contribuyentes. Así como el pasajero de colectivo paga una parte del boleto cuando sube y otra parte con los impuestos que le cobra el Estado, con el nuevo “plan integral energético” las empresas pagan la energía con las boletas de gas y luz y otra parte con impuestos. También el contribuyente paga parte de ese subsidio.

Hoy, los argentinos tienen que soportar una carga impositiva récord sin tener como contrapartida seguridad, salud, educación y demás bienes públicos. Buena parte de esos impuestos van a parar a estos subsidios que pretenden hacerle creer a la gente que tiene energía, comunicaciones y transportes baratos, siendo que en realidad el costo real se paga plenamente mediante una feroz carga tributaria y menor calidad de los mismos.

El Gobierno optó por nivelar hacia abajo. Les quita poder de compra a los ciudadanos, se deteriora la calidad de los servicios públicos, escasean el combustible y la energía y la calidad de los productos es cada vez peor. Todos estamos perdiendo calidad de vida porque no se piensa en crecer, sino en disimular errores y espantar inversiones quitándoles a unos y dándoles a otros.

Mientras la gente padece la crisis energética y el deterioro de los bienes y servicios, pagando cada vez más impuesto inflacionario, algunos secretarios de Estado se dan el lujo de contratar parientes y amigos con suculentos sueldos, comprar computadoras y contratar aviones privados, todo esto por el “noble” objetivo de mejorar el medio ambiente. Al mismo tiempo que las bolsas con dinero en los baños de los ministerios son un misterio del “cambio que recién comienza”. © www.economiaparatodos.com.ar

La importancia de un versito taquillero

¿¿¿Cuán difícil hubiera sido tener acceso a estas imágenes si el protagonista hubiera sido cualquiera de los opositores al Sr. Presidente??? ¿¿¿No les parece que estas imágenes deberían haber inundado las pantallas de TV???

La verdad es inentendible que tanto CQC como TVR y otros programas que se dedican a los archivos televisivos no hayan dado con estas imágenes.

Escuchen atentamente el discurso de el Gobernador Kirchner. ¿Les suena conocido?




Es impresionante como el discurso kirchnerístico no cambió ni un ápice. Nada.

Proceso de transformación y cambio entonces, proceso de transformación y cambio ahora. Cambiando a La Argentina entonces, cambiando a La Argentina ahora. Sólo que es un cambio distinto, ¿no?

Aunque nos lo quiera ocultar y engañar no nos olvidemos: Kirchner es Néstor, pero también es Carlos.

Records

Fuente: No me parece

Como todos los años distintos personajes concurren a controlar su posición el a guía Guinness de Records.

Entra Dumbo y al salir exclama feliz: “¡Grande; sigo siendo el elefante más orejudo del mundo!”


Al rato entra Pulgarcito y cuando sale dice “¡Gracias a Dios sigo siendo el ser humano más chiquito del mundo!“

Después hace lo mismo Popeye y en la salida grita “¡Que bueno, todavía soy el marinero más fuerte del mundo!”

Y así suscesivamente hasta que le llega el turno a Alí Babá y sus cuarenta ladrones, quienes cuando salen preguntan “¿Quién carajo es Nestor Kirchner?“




lunes, 30 de julio de 2007

El verdadero modelo del Presidente Kirchner

Exclusión y violencia: ¿fracaso o victoria?

Por Doble Doble V


Que estamos inmersos en un modelo populista no es nada nuevo. Que este modelo nos lleva de paseo por un círculo vicioso tampoco. La pregunta sería: "¿Podremos descarrilarnos de este círculo?" Es muy difícil ya que la estrategia de nuestro presidente, imitada por nuestro gobernador es que haya por lo menos un 50% de pobres. Alguien diría ¿qué clase de estrategia es esa?Mi respuesta es que es una estrategia brillante. Brillante porque se aseguran un 50% del padrón a su favor ya que este 50% tiene como única opción votar a los que generosamente les brindan la posibilidad de sobrevivir, ya sea con planes sociales o formando parte de la gran masa de empleados contratados del Estado, muchos de los cuales no tienen ni funciones definidas.

Entonces que los sueldos mínimos sean paupérrimos no es un error ni un fracaso del Presidente sino su mayor victoria. ¿Quién querría trabajar por $500 si los mismos $500 los puede obtener sin el menor esfuerzo? Triste y argentinísimo razonamiento.

Esto me convence totalmente de que mejorar la calidad de vida de los argentinos no figura en la agenda presidencial; tampoco lo hace mejorar la seguridad, ya que la ridícula dicotomía mano dura-derechos humanos entre otros temas menos taquilleros dividen las aguas de una oposición (léase clase media) debilitada.

Lo único que necesita el presidente para no caer es mantener las altísimas retenciones a las exportaciones, que es la manera de financiar esos planes de pobreza, el mantenimiento de ñoquis y empleados improductivos.

Por lo demás, sus discursos desde la Casa Rosada, su defensa de los DDHH y el resto de sus acciones son toda una cortina de humo para hacernos creer que nuestro voto le importa, que podemos hacer algo, que vivimos en democracia.

Encontrar una solución desde afuera parece muy difícil. Espero que alguien lo haga. Y pronto.

El hipnótico modelo populista

Por Marcos Aguinis


Ningún régimen populista ha logrado (o ha querido seriamente) acabar a fondo con la pobreza, estimular una educación abierta ni desmontar el fanatismo. Sus programas no apuntan a un desarrollo sostenido y firme. No le interesan los derechos individuales ni la majestad de las instituciones republicanas. Por el contrario, exageran el asistencialismo mendicante, imponen doctrinas tendenciosas y exaltan diversos tipos de animosidad para conseguir la adhesión de multitudes carenciadas, explotadas, resentidas o enturbiadas por la confusión. Armando Ribas atribuye al socialismo autoritario un método que también yo percibo en los regímenes fascistas o populistas: crear un enemigo externo, un enemigo interno y un enemigo... anterior. Además de poner siempre la culpa afuera, la inyectan contra lo que ocurrió antes para, de esa forma, depredar sin límites.


En la Argentina tenemos ejemplos de sobra. En la actualidad se acusa de todos los males a la década del 90, es decir, el enemigo anterior. En esa década la Alianza sólo gobernó 20 días. El resto de los 90 fue responsabilidad de los peronistas populistas "menemistas". Pero resulta que esos menemistas son los mismos que ahora están amontonados en el poder; que elogiaron, rodearon, apuntalaron y se arrodillaron ante Menem. Es una situación tan grotesca que no habría podido describir ni Ionesco en su teatro del absurdo. Las actuales autoridades pertenecían al mismo partido político, aplaudían todas las decisiones de Menem, lo ayudaron a ser reelegido y le rendían tributo en toda ocasión como impúdicos lacayos. Resulta que ahora se contonean, orondos de ser el modelo opuesto. ¡Vaya magia! ¡O vaya ilusionismo! ¡O vaya caradurez!

El sistema populista no se sustenta en ideas, por eso es pragmático y cambia según los vientos. En sus cúpulas argentinas caben el variable Perón, la feérica mitología de Evita, la criminalidad de López Rega, la portación de apellido de una Isabelita que da lástima, la ensalada facho-bolche de los montoneros, la ineficaz renovación de Cafiero y compañía, las privatizaciones monopólicas de Menem, el caudillismo de Duhalde, los imbatibles sindicatos y el pseudoprogresismo de Kirchner. Todo eso y quizás algunos nuevos productos llamados "superadores" seguirán manteniendo acorralado nuestro país en un mareante festival de mediocridad e irrelevancia (Dios y los argentinos no lo permitan).

El mexicano Enrique Krauze ha descripto con filoso escalpelo los rasgos sobresalientes del modelo populista, a los que añadiremos otros igualmente notables. Asegura Krauze que nunca falta el personalismo, porque el partido o el movimiento se construyen en torno de una figura providencial. Los casos de Getulio Vargas, Perón, Nasser, Chávez, Menem o Kirchner son botones de una innumerable muestra. El líder es un demagogo, porque se acomoda, miente, halaga y desacredita según convenga al crecimiento de su poder. Mencken definió al demagogo como "alguien que dice cosas falsas a gente que considera idiotas". Seduce con actitudes que embelesan, como besar niños, mezclarse con la multitud, abrazar pobres y desconocidos, prometer maravillas. Al mismo tiempo, es duro con aquellos a quienes esa masa manifiesta antipatía, al extremo de prender muchas hogueras de odio.

No hay régimen populista que tolere la absoluta libertad de prensa. Debemos reconocer que en la Argentina el populismo de Menem casi no molestó a la prensa, sino que tuvo la picardía de usar muchos chistes, caricaturas y condenas para revertirlas en su beneficio. Pero no fue el caso de Perón, que expropió un diario, amordazó a otros y privó de la radio a la oposición. En la actualidad, los pseudoprogres han censurado en diversas ocasiones y de diferentes modos a periodistas y medios. De Chávez ni hablar. Evo Morales sigue el mismo camino.

El presupuesto nacional siempre es manipulado con arbitrariedad. Los controles son silenciados o ninguneados. El modelo populista identifica fondos del Estado con fondos del gobierno o -peor aún- fondos de quien tiene el mango del poder. Los usa a discreción para someter opositores, cooptar voluntades y hacerse propaganda. Los venezolanos llaman "regaladera" a los millones de petrodólares que Chávez distribuye arbitrariamente para avanzar en su proyecto narcisista-leninista (Oppenheimer dixit) y convertirse en el monarca del continente. En la Argentina, siguiendo su ejemplo, se violó el artículo 29 de la Constitución para que el jefe de Gabinete haga con el presupuesto todo lo que su patrón quiera, sin control de ningún tipo. Sólo falta jibarizar la Auditoría para que no reste una sola atadura. El populista es un modelo que se ríe de las ingenuas y frágiles limitaciones de la transparencia republicana.

Tampoco faltan las alianzas con la "burguesía nacional" o los "empresarios patrióticos", es decir, aquellos que prefieren coimear funcionarios para obtener privilegios que producir en forma realmente competitiva. Varios empresarios venezolanos ya tienen instaladas sus familias en Miami, pero siguen haciendo pingües arreglos con la casta chavista-militar corrupta encaramada en el gobierno. Aquí, muchos funcionarios progres ahora son socios de grandes empresas o reciben interesantes peajes. Por algo el imaginario de la calle los llama "teléfono celular": hay que poner el 15 antes de seguir adelante. Y quienes logran juntar un dinerito lo mandan afuera, a países más seguros, por las dudas.

El modelo populista no se priva de atizar el odio, como dijimos antes. Perón contra la oligarquía y los contreras; Evo Morales contra los blancos; Chávez contra los ricos (que no los incluyen a él y sus leales); Kirchner contra los 90 (que tampoco los incluyen a él y sus leales). Pero debo corregirme: a menudo los enemigos de afuera, de adentro y de atrás son varios, con lo cual es más fácil provocar una cadena de iracundia catártica, antidemocrática y regresiva. Desde el atril de la Casa Rosada, por ejemplo, este modelo de "crecimiento" y felicidad populista, mal llamado progre, ha lanzado metralla gruesa contra empresarios, militares, sacerdotes, periodistas y opositores de hoy, ayer y antes de ayer. Como si fuera poco, "no pudo prohibir" que Chávez viniese a ladrar desde Buenos Aires contra Estados Unidos, Uruguay, Brasil, la OEA y todo lo que pretenda poner algún freno a sus arengas deslenguadas de papagayo matón.

También pertenece a este modelo su desdén hacia el orden legal. Igual que en las monarquías absolutistas -y como asimismo nos enseñaron los caudillos "dueños de vidas y haciendas"-, la ley es apenas un traje que se ajusta a gusto y medida. ¿No cambió Menem la Constitución para hacerse reelegir? ¿No convocó Chávez a una Constituyente apenas asumió? ¿No hizo lo mismo Evo Morales? ¿No los imita Correa en Ecuador? ¿No se han demorado, burlado y distorsionado disposiciones de la reforma constitucional de 1994 en la Argentina, con la manipulación del Consejo de la Magistratura, el otorgamiento de superpoderes al Ejecutivo y la lluvia de los decretos de necesidad y urgencia, cuando ni siquiera hay urgencia ni necesidad, sino el propósito de impedir que se ventilen algunas cosas?

Por supuesto que el modelo populista no se resigna a la alternancia, sino que quiere quedarse atornillado al trono. Reelección ilimitada o presidencia vitalicia, quizás incluso hereditaria, como en Siria. Algunos lo expresan sin sonrojo. Pero en la Argentina ni un adivino hubiese podido concebir que esa eternidad en el trono podría ejercerse mediante una secuencia conyugal que burle para siempre los principios de la democracia (recurso iniciado en Santiago del Estero y ahora a punto de convertirse en nacional).

A todas esas características no les falta el cultivo de la utopía. Es decir, la promesa de que se avanza hacia un futuro espléndido. Es un espejismo que se machaca con tenacidad, lo mismo que echarles la culpa a otros y al pasado para encubrir la ineficiencia de la gestión actual y tapar los síntomas del deterioro. La hipnosis de repetir que se han logrado resultados brillantes con este modelo populista, y que serán aún mejores, no deja de aturdir y convencer. Mientras, nos resignamos a la mediocridad de seguir navegando sin rumbo.

Lo cierto es que el culto de la personalidad -en torno de la cual se construye casi todo-, la ausencia de controles republicanos, la inestabilidad jurídica, la falta de visión estratégica, la creciente crispación del odio y el objetivo excluyente de mantenerse en el poder a toda costa sabotean el progreso real. Con semejante clima no se pueden esperar inversiones genuinas y caudalosas ni se puede esperar que los argentinos regresen los miles de millones de dólares enviados al exterior por desconfianza en la enclenque ley argentina. Ni siquiera se aclara por dónde andan los millones que el Presidente envió afuera cuando gobernaba Santa Cruz y que afirma, con un misterio propio de las novelas de suspenso, que ya volvieron, pero no sabe qué se hace con ellos.

El modelo socialista democrático (no populista) de Chile, Brasil y Uruguay -para sólo citar nuestros vecinos- está libre de todas las pústulas mencionadas a lo largo de esta columna. No practican la hipnosis del personalismo, no manipulan los medios de comunicación, no usan de forma arbitraria el presupuesto, no alientan el odio, no desprecian el orden legal, no agrietan la estabilidad jurídica, no temen la alternancia, no descalifican a la oposición, no espantan las inversiones caudalosas sino que las reciben con buenos contratos, se abren al comercio mundial, no distorsionan los índices para engañar a la ciudadanía y hasta cuidan el lenguaje. Por eso crecen más rápido, son previsibles y más confiables. Por eso nos van empujando hacia el extremo caudal del continente y del mundo, pese a las potencialidades que seguimos manteniendo inactivas por culpa de este modelo populista que hipnotiza, embrutece y esclerosa.